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Necesitamos un cambio de estrategia: el ambiente requiere de una agenda “positiva”

Por: Alejandro Diego Brown, Fundación ProYungas

Durante las últimas décadas la temática ambiental ha estado cada vez más presente en las preocupaciones y atención por parte de la sociedad. Sin duda dos factores han contribuido a la creciente exposición temática. Por un lado, la mayor urbanización de la población con la consiguiente bucólica nostalgia de lo natural, y por otro lado, la activa y eficiente difusión de las problemáticas ambientales (contaminación, deforestación, cambio climático, enfermedades de origen zoonótico, inundaciones, incendios) por parte de las organizaciones ambientalistas, difusión que repercute también en muchas posturas gubernamentales, particularmente de países de la Unión Europea.

Sin duda los problemas ambientales existen y necesitan ser resueltos, mitigados o, en algunos casos, debemos adaptarnos a ellos. En la publicitación de estos problemas fue eficiente la construcción de un escenario dominado por malos (que generan los problemas) y buenos (que los identifican y difunden en consecuencia). Sin embargo, la realidad es bastante más compleja y lo más importante es que para resolver los urgentes temas ambientales que enfrentamos, debemos cambiar la perspectiva y tener una visión más holística, más inclusiva de distintos puntos de vista e intereses en los diferentes territorios, particularmente de nuestro país.

El sector productivo de la Argentina, ha sido muy eficiente en mantenerse en el tiempo en un país de políticas y economía fluctuantes, de crecer exponencialmente aprovechando rápidamente ventanas que da el mercado, y de adoptar (y desarrollar) nuevas tecnologías, algunas revolucionarias como la siembra directa. El país se ha visto beneficiado con el ingreso de divisas, con la generación de empleos directos e indirectos y con el crecimiento de la infraestructura derivada de estas actividades productivas. Adicionalmente, y en muchos ejemplos a lo largo y ancho del país, también se ha hecho cargo de proteger espacios silvestres importantes en ecorregiones de alta valoración ambiental. Para ellos, desde ProYungas hemos desarrollado hace 10 años el concepto de “Paisaje Productivo Protegido”, una manera de reconocer el rol de la producción en mantener el activo productivo por medio de buenas prácticas agrícolas/ ganaderas/ forestales por un lado, y de mantener en buen estado de conservación, el contexto ambiental a escala de paisaje en que estas prácticas son desarrolladas.

Tanto en la producción agro-azucarera, en la citrícola, como en la ganadera y forestal, podemos encontrar este vínculo virtuoso entre producir y conservar en el marco de estos Paisajes Productivos Protegidos. Es así como especies emblemáticas como el yaguareté, el tapir, monos, pecaríes, osos hormigueros y guanacos (y cientos de especies más) son protegidas y/o conservadas en los entornos de estos espacios productivos.

Hoy que intentamos vincular –y culpabilizar- en forma directa a quienes producen con nuestros problemas ambientales, deberíamos poder reconocer que la solución está en la articulación entre distintas visiones y en aceptar y valorar a quienes están tomando decisiones cotidianas sobre el uso de grandes espacios territoriales. Porque no alcanza con denunciar e intentar limitar o castigar con leyes de dudosa aplicación. También necesitamos reconocer a quienes se hacen cargo de sumar entre sus responsabilidades la preservación de los bienes y servicios de la naturaleza, que por otra parte son la garantía, en muchos casos, de la sustentabilidad de sus productos. Debemos reconocer en el otro, no sólo su parte de responsabilidad en algunos de los problemas que nos aquejan, sino también la necesidad de que se sumen activamente a la solución. Y para ello necesitamos una agenda positiva en materia ambiental, que acompañe este esfuerzo en conjunto que necesitamos para salir adelante como país. Esfuerzo que requiere que tomemos riesgos razonables para crecer y revertir el decadente desempeño social que venimos sobrellevando.

Tomar riesgos es siempre difícil, pero si hubiéramos utilizado el “principio precautorio” en la dimensión en que hoy queremos utilizarlo, nunca hubiéramos como humanidad descendido de los árboles. ¡Y sin embargo bien valió la pena haberlo hecho!

Por ProYungas - 4 / 06 / 2021