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Una tierra habitable para todos: la mirada ecológica de la Iglesia argentina

La preocupación ambiental expresada por el papa Francisco en Laudato Sii tenía eco en su propia tierra, donde la Pastoral Social auspició un libro que recoge el trabajo de especialistas a lo largo de dos años.
Con su flamante Encíclica «verde», Jorge Bergoglio confirma que a la Iglesia Católica «nada de lo humano le es ajeno». Fija posición en un tema de mucha actualidad, marcando una línea que servirá de orientación en un área en la que con frecuencia hay cacofonía de discursos y de intenciones.

En Argentina, un equipo de especialistas coordinado por monseñor Jorge Rubén Lugones, obispo de Lomas de Zamora y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, trabajó durante dos años en diferentes aspectos de la problemática ambiental. El resultado es Una tierra habitable para todos, publicado por Editorial Claretiana, cuya primera parte resume la visión bíblica y teológica del problema y la segunda –divida en 13 capítulos- los aportes de hombres y mujeres de la ciencia, la religión, la filosofía, en torno a temas que van desde la espiritualidad franciscana hasta el derecho ambiental, pasando por la biodiversidad, los recursos hídricos, el cambio climático o los desafíos éticos y pastorales de la biotecnología.mensaje

El obispo Lugones, responsable de la compilación pero también de la redacción de la primera parte, posee una formación polifacética que lo habilita a un enfoque plural del tema: médico veterinario, filósofo y teólogo, formado en la Compañía de Jesús.

A continuación, algunos extractos del Prólogo, redactado por el obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, monseñor Jorge Lozano, y de la Primera Parte.

Una tierra habitable para todos

Prólogo

Decimos «una tierra» porque no hay otra. Este es el mundo que habita la humanidad. Decir «una» también hace referencia al planeta como ecosistema integral. Los beneficios y perjuicios son globales. (…)

En el año 2005 la Comisión Episcopal de Pastoral Social publicó Una tierra para todos contando en aquella oportunidad con aportes de otras comisiones pastorales y de algunos peritos.

En esta ocasión, durante casi dos años un equipo coordinado por Monseñor Jorge Lugones –obispo de Lomas de Zamora y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social. Se abocó a preparar el texto que ahora presentamos.

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No se trata de una actualización del excelente trabajo del 2005 y menos aún una corrección. En la cuestión ambiental es claro el magisterio y su fundamentación bíblico-teológica, lamentablemente no del todo conocido y estudiado por fieles y pastores. Sabemos también que hay temas que son discutidos y acerca de los cuales no hay una palabra definitoria del magisterio de la Iglesia, aunque sí principios iluminadores.

Por eso hemos decidido presentar este trabajo en dos partes: la primera recoge la enseñanza bíblica, patrística y del magisterio. Principios, certezas que no pueden dejar de ser tenidos en cuenta por hombres y mujeres de fe al considerar estos temas. El canto de los Salmos, la predicación de los padres de la Iglesia, las encíclicas y otras instancias del magisterio nos ayudan en una rica reflexión teológica y pastoral.

La segunda sección aborda la cuestión ambiental desde la espiritualidad, la economía, la política y otras ciencias.

En este caso los autores incursionan en cuestiones debatidas y actuales acerca de las cuales no hay un parecer común en la iglesia. No obstante ellos han sido convocados teniendo en cuenta su capacidad científica, su pericia técnica o académica y su vinculación pastoral.

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La cuestión ambiental ha ido ganando espacio en el magisterio de los Papas durante las últimas décadas. El compendio de la Doctrina Social de la Iglesia le dedica un amplio capítulo.

Jorge Lozano, Obispo de Gualeguaychú

Capítulo I – La Tierra creada

Hoy vivimos en una cultura global que es altamente pluralista, es decir, todas las opiniones son igualmente escuchadas y, en apariencia, todas son igualmente válidas. Por esta razón, quienes creemos en Dios necesitamos precisar mínimamente desde donde basamos nuestras afirmaciones de fe sobre la creación, es decir, sobre el ser humano, el universo, la naturaleza, y hasta la misma crisis ecológica global que franqueamos en pleno siglo XXI.

La teología es una manera de pensar con profundidad la fe bíblica. Aquello que podamos decir sobre la creación desde la fe cristiana con ayuda de la teología se fundamenta en la revelación de Dios contenida en la Biblia.

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En los siguientes párrafos haremos un relectura atenta de la palabra de Dios, especialmente de aquellos textos relacionados con la creación y con Dios creador. Buscaremos encontrar cuáles son esas claves de lectura, o bien las pistas ecológicas que nos permitan lograr una adecuada interpretación de nuestro mundo presente que atraviesa una crisis ecológica, ambiental y social, sin precedentes en toda la historia de la humanidad. Para ello también nos dejaremos ayudar por el aporte de las ciencias naturales y luego haremos una reseña de la fe en la creación según puede leerse en la Biblia, buscando siempre comprender mejor la crisis ecológica a la luz de la fe.

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Se trata del texto por excelencia [Génesis 1, 1-2] de la acción creadora de Dios, que va haciendo por propia voluntad y amor cada aspecto de la realidad. Con la creación del ser humano, hombre y mujer, incluirá un ser con al cual compartir en parte esta tarea. En este nuevo orden del universo, el ser humano tiene la misión de continuar la obra creadora de Dios, es, en algún sentido, co-creador y pro-creador; o sea, alguien que continúa, prolonga en el tiempo, la obra de la creación, administrándola.

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Su interés primario [N.de la E.: el de Dios, según el segundo relato de la creación, Génesis 2, 5-25] es ubicar al ser humano en el lugar central del plan creador de Dios. Modelado «artesanalmente» de la Tierra creada, el hombre es puesto en un jardín creado especialmente para él. Los árboles y los animales son creados después, y al ser humano se le confía la tarea de cuidar este territorio y de dar un nombre a los seres vivientes. En este segundo relato vemos que la misión del ser humano se amplía. Si en el primer relato tiene la misión de continuar la obra creadora de Dios como administrador y mayordomo de la creación, aquí se percibe la tarea encomendada de cuidar y preservar la integridad del jardín donde el ser humano es puesto.

Los relatos que siguen en los capítulos posteriores introducen el problema del pecado, entendido como una ruptura en las relaciones con Dios por desobediencia en el ejercicio de la liberta, y sus consecuencias sociales y cósmicas (véase Génesis 3, y siguientes). Así, por ejemplo, las referencias a la enemistad entre la serpiente y la mujer (3, 14-16) y a la resistencia del suelo al trabajo del varón (3, 17-19), son intentos de explicar cómo es la condición de vida del ser humano en comparación con el resto de las criaturas a partir de la ruptura. En esta misma línea debe interpretarse el primer asesinato fraterno del relato de Caín y Abel. Hacia el final de este conjunto de capítulos sobre los orígenes, el relato del diluvio culmina con la alianza cósmica, celebrada entre Dios y todos los seres vivientes, y es sellada con el signo del arco iris (9, 8-17).

Aquí está presente, de alguna manera, la interpretación a través de la fe de que las perturbaciones dentro del mundo natural han sido introducidas por el ser humano. Es decir, el alejamiento del ser humano del querer de Dios tiene un impacto cósmico, que alter ale orden de la creación. Obviamente, no hay pretensión de dar una explicación de las catástrofes y males naturales (fenómenos meteorológicos, supervivencia de los individuos y especies más fuerte o aptas, etcétera). Lo que sí deja ver es una cierta relación muy profunda entre los seres humanos y el resto del mundo natural, relación que incluye una extensión del misterio del mal originado en el corazón humano.

Una Tierra habitable para todos. VVAA. Recopilador: Monseñor Jorge R. Lugones, sj (Editorial Claretiana, 2014)

Fuente: INFOBAE

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