Editorial, Institucional
¿Los árboles mueren de pie?
Con motivo de las recientes noticias acerca del inicio de un juicio contra cuatro guardaparques por el fallecimiento de dos menores de edad por la caída de un árbol ocasionada por fuertes vientos (hecho ocurrido el 01/01/2016 en el complejo Lolen, ubicado en el Parque Nacional Lanin), compartimos de nuevo esta nota editorial de hace algunos años, publicada por una situación similar.
“Los árboles mueren de pie” reza el viejo proverbio para simbolizar a aquellos que incluso habiendo perdido la vida se mantienen estoicos ante la adversidad y la resisten. Un hermoso dicho poético pero que como muchas veces ocurre se aleja de la verdad, de la realidad de la vida cotidiana. Porque si bien ocurre que vemos enormes árboles muertos en pie, lo común es que caigan aún vivos empujados por los vientos, por la saturación hídrica de los suelos donde están enraizados, o simplemente abrumados por su decrépita pero aún frondosa biomasa, hecho que se acrecienta cuando son cortados otros ejemplares del entorno inmediato, “efecto borde” como lo denominan los técnicos.
Sin embargo y a pesar de ello, los árboles tanto en la naturaleza como en los espacios urbanos, nos brindan una enorme cantidad de beneficios a lo largo de sus muchas veces centenarias existencias. Belleza paisajística, sombra durante el tórrido verano, nos anuncian la primavera con los lapachos y tarcos en flor, sirven de hábitat y alimentación a variedad de aves, nos generan información climática almacenada en sus troncos y admiración e intriga ante la “lluvia” localizada bajo las tipas en las mañanas primaverales y soleadas sin una nube a la vista. Pero además son un aliado muy importante para enfrentar el calentamiento global, contribuyendo por un lado, a hacer más vivibles las ciudades, frente a las “olas de calor” que serán cada vez más intensas y frecuentes. Ciudades que en pocas décadas serán el hábitat del grueso de la población mundial. Por otro lado contribuyendo al almacenamiento del CO2 liberado por la actividad humana, que de otra manera se iría a la atmósfera, aumentando el “efecto invernadero”.

El rol de los árboles es tan importante para algunas sociedades que la ciudad de Nueva York por ejemplo ha realizado un censo con participación ciudadana sobre más de 600.000 árboles georeferenciados del ejido urbano y han calculado los beneficios económicos de cada uno de ellos en términos de uso del agua de lluvia (y reducción del escurrimiento superficial e inundaciones), reducción de la incidencia solar (y por lo tanto reducción del uso de electricidad para refrigeración) y almacenaje de carbono, entre otros beneficios medibles en términos económicos. Otra ciudad como París, ha planeado plantar un árbol por cada parisino (unos 6 millones) como una contribución a la reducción del calentamiento global. En fin la mirada desde otros horizontes culturales.
En Yerba Buena, Tucumán, ha ocurrido una más que lamentable desgracia, un niño murió al desplomarse un enorme y longevo Eucaliptus sobre el auto donde esperaba…. Ello despertó el lógico pesar y la consiguiente búsqueda de culpables ante un hecho que se lo consideró inaceptable. Inaceptable como son las tragedias inexplicables y sorpresivas y los árboles, sobre todo los Eucalyptus, quedaron en la mira. Y empezó la caza de brujas, en este caso de árboles que empezaron a ser mutilados, talados, extirpados, como los culpables directos de tanto daño, de tanto sufrimiento.
Nadie podría afirmarlo a ciencia cierta pero seguramente en el país menos de 10 personas por año mueren por accidentes atribuidos a árboles, a pesar que seguramente millones de personas pasan por debajo de un árbol diariamente. La realidad es que en Argentina si bien no hay aún estadísticas confiables, mueren por accidentes viales entre 6000 y 8000 personas al año! Lo lógico con el mismo criterio de serruchar los árboles, seria prohibir autos, camiones, camionetas, colectivos…El 70% de las muertes por accidentes viales ocurre cuando interviene en el accidente una moto, por lo tanto prohibamos las motos. Los viajes en avión parecen mucho más seguros pero seguramente mueren en accidentes aéreos mucha más gente que por accidentes con árboles, así que prohibamos los aviones….
Y como ocurre muchas veces frente a estos hechos empezaron las sobreactuaciones sacando a relucir las broncas acumuladas, los prejuicios y los pensamientos reprimidos. Desde la oposición política yerbabuenense acusan del accidente a la actual administración, tratando de sacar rédito político de un hecho lamentable, cuando seguramente deben tener al menos tanta responsabilidad, las anteriores administraciones como los actuales por no haber atendido a tiempo un problema de sanidad estructural del árbol en cuestión, situación muy probablemente que viene de larga data. Otros expertos en arboricultura acusan al Eucaliptus por ser “exótico” y no adaptado a las condiciones de Tucumán, cuando hay miles de individuos de al menos 10 variedades arbóreas procedentes de Australia en toda la provincia sin generar inconvenientes importantes. Incluso hay fósiles de Eucaliptus en la Patagonia que demuestran que este género botánico habitaba lo que hoy es nuestro país hace unos 50 millones de años…. Antes cuando aún eran nativos ¿no se caían? Cantidad de otras especies arbóreas “exóticas” cubren nuestras calles, parques y espacios periurbanos contribuyendo con una variedad de servicios ambientales y estéticos.

Por supuesto hay variedades de árboles mejores para cada localización urbana y rural dependiente de los beneficios que se quieran obtener de los mismos y hay importante bibliografía escrita al respecto de fácil y necesaria consulta.
Ha ocurrido una desgracia, “no hagamos leña del árbol caído” como reza otro proverbio popular, dejemos que los árboles sigan siendo parte de nuestro paisaje, dejemos que los mismos sigan en pie, hasta que el tiempo, la cosecha de su producción maderera o el sano manejo del arbolado urbano así lo determinen, para beneficio de nuestra sociedad.
Por: Alejandro D. Brown, Presidente Fundación ProYungas
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