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Yungas, la tierra sin mal

El Día de la Tierra es un momento propicio para una reflexión sobre cómo estamos utilizando nuestra tierra, la “Casa Común” del Laudato Si, encíclica con la que el Papa Francisco envió un mensaje ambiental muy concreto a la Humanidad.

En el noroeste argentino, más precisamente en las laderas húmedas de las Sierras Subandinas se desarrolla una selva exuberante y biodiversa a la que recientemente hemos comenzado a llamarla Yungas o selvas subtropicales de montaña. Sinónimo de diversidad de plantas y animales, también conocida por su oferta de servicios ambientales como el agua para riego y bebida de las poblaciones humanas que habitan el tórrido y estacional pedemonte.

Las Yungas hoy son epicentro de muchas actividades humanas intensivas como la actividad alcoho-azúcarera, la industria citrícola y tabacalera y por supuesto la actividad forestal, que permea la maraña vegetal para llegar a las entrañas mismas de la selva, donde aún existen recursos forestales en abundancia. Y en ese interior también pujan por sobrevivir comunidades campesinas y aborígenes, que en la agricultura migratoria y en la ganadería de trashumancia, apuestan a asegurar su vida cotidiana, sin estridencias pero con la convicción que la selva nunca les ha fallado.

Estas selvas, “la cara verde” del noroeste argentino, nos ofrece la presencia simbólica de muchos elementos tropicales, como tigres, tapires, monos, refugiados en el mar verde de las Yungas del Alto Bermejo, hoy Reserva de Biosfera. Es decir un lugar señalado por el mundo como ejemplo de cómo pueden convivir la presencia humana y sus actividades con el mantenimiento de elevados niveles de biodiversidad. Pero más allá de esta región emblemática y aún con la naturaleza empobrecida, no obstante, continúan brindando sus servicios ambientales.

En esta amalgama de campesinos, aborígenes, empresas y Estado, las Yungas han paulatinamente mostrado sus valores y también sus limitaciones, a través de miles de años de coexistencia entre naturaleza y sociedad. Hoy con el esfuerzo de muchos estamos logrando poner en valor este ecosistema, darlo a conocer y fundamentalmente mostrar que muchos de los males regionales, producto del incremento de la intensidad de las precipitaciones y la consecuente torrencialidad de sus arroyos, sería mucho peor si no hubiéramos cuidado el mantener la cobertura forestal como lo hemos hecho hasta ahora.

Es así como esta tierra muy especial y como lo señala la cosmovisión guaraní, se ha ido convirtiendo en la “Tierra sin Mal”, ese espacio que nos resguarda y nos da la tranquilidad que bajo su sombra nada malo nos puede pasar.

Alejandro D. Brown, Presidente de la Fundación ProYungas.